El pasado 11 de septiembre tuve la oportunidad de vivir la Diada desde dentro. Al margen de la tradicional guerra de cifras sobre los participantes en la cadena humana independentista, este acto me sirvió para plantearme, cuestionar y reflexionar sobre un tema tan delicado como es el soberanismo.
Si recurrimos a la magia de las palabras, podríamos estar hablando de una fecha, una pregunta, una respuesta y una decisión, pero una consulta soberanista implica cuestionar una unidad y enfrentar y alejar posiciones.
Esta misma semana, y tras la respuesta del Gobierno de Rajoy a la carta de Artur Mas, la Comisión Europea ha dejado claro que una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE, asegurando que si un territorio de la UE se independizara de un Estado miembro, dejaría también de formar parte del club comunitario. En este sentido, el ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol, ha declarado que Cataluña no puede «prescindir» de Europa.
Se presenta un tiempo interesante ante nosotros en el que tres piezas deben encajar en el engranaje para garantizar el correcto funcionamiento de la maquinaria: España, Cataluña y Europa.